martes, 23 de octubre de 2012

We born to die.



No me escondo bajo ninguna sombrilla cuándo el sol azota el suelo, tampoco los paragüas me protegen del agua de lluvia. Por supuesto, no he conocido placer mas hermoso que sentir el viento helado de los gélidos días de invierno. No hay sensación que ame más que sentir la naturaleza acariciando mi piel, nisiquiera las noches de alcohol desenfrenado y de lujuría me han proporcionado tal sensación de libertad.
La felicidad que siento al acariciar la arena de mis hermosas playas es indescriptible. Y ningún ejercito de soldados detrás de mi espalda logrará jamás igualar la seguridad que siento al flotar sobre el mar. Reconozco que bañarme en sus aguas frías, tan típicas de invierno, halla sido lo único que logró enamorarme.

Por mucho que contemplé al mundo que me rodea, no dejaré de admirarlo, pues yo nací de la naturaleza y solo ella es quién me da vida.
El día que mis ojos se nieguen a abrirse, sé con certeza que moriré entristecida por no conocer cada uno de los rincones de esta tierra alborotada de seres inteligentes y de almas vagantes.


Yaceré en el suelo, acunada por la naturaleza, sin saber si mi existencia ha sido fruto del destino, o solo casualidades de lo que algunos llaman suerte.

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