Eres tan frío. Me decías mientras recorríamos las luces de
la ciudad. No sé si me he pasado con la cerveza o son tus besos que me
embriagan. Te dije. Me da igual, si eres de piedra, yo me quedo con la luz de
tus ojos. Después hicimos el amor. Y no pensamos nada más, juntamos nuestros
cuerpos y miramos el tiempo pasar. Y nos quedamos…por favor, un rato más te
susurré. Quédate aunque sea para el amanecer, antes de que nos olvidemos y
de que este amor nunca haya existido.
Quédate hasta las luces del alba. Y te quedaste un rato más.
Cuando desperté ya
no estabas allí y supe que nunca ibas a volver a estarlo. Empezó a hacer algo
de frío, aunque nunca me llego a importar. Me vestí y llore. Lo bonito también hace
daño. Mis noches compartidas siempre
resultaron ser tan efímeras. Ya no quedaba nada más allí, tan solo un breve
recuerdo. Me marché. Camine sabiendo que el amor me iba a volver a hacer daño, que
Cupido me iba a volver a disparar sin piedad, que iba a volver a amar con la
bragueta bajada.
Con las medias rotas por las prisas.
Con el rimmel
corrido.
A pelo, sin protección,
impaciente, a bocajarro, como la vida.
Encendí mi último cigarrillo,
paso el tiempo y nunca más te volví a echar de menos.
paso el tiempo y nunca más te volví a echar de menos.