jueves, 10 de diciembre de 2015

Eres tan frío. Me decías mientras recorríamos las luces de la ciudad. No sé si me he pasado con la cerveza o son tus besos que me embriagan. Te dije. Me da igual, si eres de piedra, yo me quedo con la luz de tus ojos. Después hicimos el amor. Y no pensamos nada más, juntamos nuestros cuerpos y miramos el tiempo pasar. Y nos quedamos…por favor, un rato más te susurré. Quédate aunque sea para el amanecer, antes de que nos olvidemos y de  que este amor nunca haya existido. Quédate hasta las luces del alba. Y te quedaste un rato más.
    Cuando desperté ya no estabas allí y supe que nunca ibas a volver a estarlo. Empezó a hacer algo de frío, aunque nunca me llego a importar. Me vestí y llore. Lo bonito también hace daño.  Mis noches compartidas siempre resultaron ser tan efímeras. Ya no quedaba nada más allí, tan solo un breve recuerdo. Me marché. Camine sabiendo que el amor me iba a volver a hacer daño, que Cupido me iba a volver a disparar sin piedad, que iba a volver a amar con la bragueta bajada.
Con las medias rotas por las prisas.
     Con el rimmel corrido.
              A pelo, sin protección, impaciente,  a bocajarro, como la vida.

Encendí mi último cigarrillo,
paso el tiempo y nunca más te volví a echar de menos.