sábado, 22 de noviembre de 2014

Apología del recuerdo I

Él solo le tiene miedo al miedo, sin saber, que hasta el miedo lo amaría.

Las fotografías dicen que aún seguimos siendo felices y que no necesitamos nada porque nos tenemos el uno al otro.  
Mis padres me siguen preguntando por ti y yo lo sigo haciendo al viento esperando que algún día me diga que todavía me echas de menos.
 El tic tac de los relojes suenan igual que cuando te esperaba en la estación, me confunden y he decidido tirarlos a la basura. Y así, ni el tiempo ni la distancia acaban con el roce de tu cuerpo en mi piel. 
Y seguimos caminando entre bar y bar, y seguimos caminando lento porque no puedes parar de besarme, y seguimos follando rápido porque no quieres que nos descubran cuando gemimos y gritamos que nuestra alma es libre.
 El mar sigue cantando para nosotros.
 Aún sigue susurrando tu nombre porque mientras yo te tocaba tambien se enamoro de ti y ahora reclama tu cuerpo desnudo en su orilla.
Los gatos solitarios de esta noche me dicen que te has ido y no los entiendo, creo que estan celosos porque nosotros sí fuimos salvajes y si supimos aullar a la luna que ya no perteneciamos a este mundo porque volabamos juntos.

Les digo que te noto tan cerca que todavía no te has marchado aunque ya no estés.
Te noto tan lejos que de amor me ahogo aunque sea lo único que me haya dado vida.

Porque es mas importante creer estar vivo aun estando podrido, que estarlo de verdad y no saberlo.

domingo, 27 de abril de 2014

Rostro de vos

Anoche tuve una pesadilla. Soñé que me despertaba y entre el desorden de mi cuarto aparecía  alguien, sin rostro y sin nombre. Me hablo de Neruda, y me tarareó la canción que cantaba Holly en desayuno con diamantes, tenía la mirada tan perdida como Marilyn Monroe y las piernas tan bonitas como las de Ava Gadner, hablaba con el mismo acento uruguayo de Mario Benedetti y con la misma convicción de quien lucha por lo que cree. Me hablo de la libertad y me pregunto si alguna vez me había enamorado. Le dije que no. Me sonrió. Luego se acercó para lo que yo creí besarme, pero se paró en mi comisura para susurrarme palabras casi intangibles que aún rebotan en mi cabeza:
        Mira cielo -su voz entre atorciopelada y ronca me hipnotizaba- voy a ser franca. No crees en nada, incluso me alegro a veces de ello, sinceramente me hace gracia cuando miras, con esos ojos de quien esta perdiendo la cabeza, incredula al mundo. Como si pensaras que nada existe, como si creyeras que es todo un maldito sueño. Otras veces, como si fueras una persona completamente distinta, olvidas cualquier pensamiento que se pueda parecer a la filosofia de Descartes y te vuelves más simple y frágil. Miras a tu alrededor, ya no incredula sino esceptica, y sientes un tremendo vacío. Un vacío de los buenos, eso sí, de esos que por no llevar ningún peso te sientes libre. (Y al fin y al cabo qué es la tristeza sino un sentimiento de liberación cuando te das cuenta de que el mundo te pesa demasiado y lo dejas caer sutilmente). Cielo escúchame, ya sé que tienes sueño- tomo una pausa mientras se encendía un cigarrillo, fumo y exalo el humo con una elegancia que jamás había visto- estas sola, tremendamente sola. Tienes miedo. Miedo de no saber quien eres, y de no conocer absolutamente a nadie. Quires ser libre mientras te emborrachas y fumas hierba y llevas la falda más corta de toda la discoteca, pero cariño, ya sabes que todo eso es una ilusión, ¿por qué te cuesta tanto reconocerlo? Llevas tanto tiempo asustada, ¿sabes? que sea la última vez que rechazas a alguien por hacerte féliz-otra pausa, ya no fumaba, esta vez se río con frialdad negando con la cabeza- Eres curiosa, por intentar huir de los barrotes invisibles que nacen junto a los sentimientos, te has creado tú propia jaula. Estas encarcelada en ti misma, huyes cada vez que alguien te mira a los ojos. Que irónico, siempre te creíste salvaje -rompio a reír, a carcajadas, y no pude controlar el impulso de besarla.
      Me desperté con lágrimas en las mejillas, ella ya se había marchado. Se dejo su dulce aroma y unos tristes recuerdos que aún puedo tocar siempre que la echo de menos.

sábado, 18 de enero de 2014

Recuerdo aquella noche,



 la nieve cubriendo los árboles, los animales descansaban, se refugiaban dentro de las cuevas contando cuentos a la luz de la hoguera, pero eso nosotros nunca lo sabremos. No había nada mas que silencio y un blanco implacable que se extendía mas allá de nuestros ojos. Allí, osea, en ningún sitio, nos quedamos parados, y creímos que el frío se iba a hacer nuestro, o nosotros de él, no lo tengo claro.
De repente, como en una película barata de Holliwood (de esas que ves cuando no tienes con quien compartir manta) aparecieron un grupo de hombres, latinos, de sangre caliente a ayudarnos, y a dilatarme un poquito las pupilas. Eran trabajadores de un pequeño hotel de lujo. Conservaban un lindo acento de su tierra. Pobres luchadores o soñadores, lo que sea pero valientes. Nunca he sentido tanta admiración como sentí con ellos, con la bondad que reflejaban sus ojos. Nos ayudaron y les dimos las gracias.
Y eso fue todo, o quizás no. Me quede pensando en todo lo que el ser humano es capaz de hacer, quizás seamos buenos por naturaleza pero es la sociedad, la cultura occidental que nos ha hecho perder un poquito la cabeza, el marketing estúpido, el egocentrismo, las ansias de poder de cuatro indeseables que nos hacen creer que la ambición viene en nuestra condición, en nuestra genética.
He visto mucho odio, mucha indiferencia y he protagonizado muchísimas decepciones, pero sigo creyendo en contra de lo que dijo aquel hombre cuyo nombre no quiero acordarme "el hombre es el lobo del hombre", me niego a pensar que en aquellos corazones lejanos había algo mas que pureza y paz. Porque, como ya he escrito en entradas anteriores, nacimos de la naturaleza. Y la naturaleza es sabia y profundamente bonita, es imposible que la fealdad este dentro de nosotros. Viene de fuera, sí, tiene que ser eso.
Y, ¿sabeis? aunque me hagan daño nunca voy a dejar de querer, porque todos tenemos un árbol cuyas raíces se agarran al amor y a la fuerza de ser seres humanos.
Somos grandes, como hermanos, y algún día todos, nos daremos cuenta.